viernes, 10 de enero de 2014

Andenes de Altamar

"Yo también he perdido muchos trenes. Y lo peor es que la mayoría fueron en altamar". (Leopoldo "Teuco" Castilla, poeta y titiritero salteño, en una conversación en Madrid, hace unos años). 


Altamar en un océano cualquiera. Un tren circula sin rumbo, como sus dos pasajeros. Alguien tira de la palanca de emergencia y la máquina se detiene.

Imagen: Internet

Un sombrero y una maleta vuelan por la ventanilla dibujando ondas concéntricas al caer. “Recapacita sobre lo que te he dicho”, dice Telodije sin levantarse. Cuándo se baja. La locomotora silba para adentro y continúa errando. Cuándo camina desorientada sobre las aguas.  “Debo estar en una estación porque los trenes se detienen en las estaciones, incluso en altamar”. Piensa un instante en la maleta que arrastra, pesada pero liviana. “Está llena de olas y las olas flotan”. Levanta la vista buscando un lugar donde sentarse. “En los andenes siempre hay bancos”. Divisa uno de arena en el andén de estribor y otro de peces en el de babor. “¿Cuánta gente se habrá besado en ellos?”. Elije el de peces “por sus colores vivos”. Comprueba sin sorprenderse que está prohibido fumar - "Peligro de incendio" -, da unas caladas a un pez flauta y se lleva una caracola nacarada al oído. “A veces, cuando te piden que madures, lo que realmente desean es que envejezcas”.